
Dedicado a mi querida Adelina

Despertó el alba callada
sembrando pena y temores,
su boca estaba sellada,
se cubría de dolores.
La oscura nube ceñía
lluvia de tristeza y llanto,
las gotas fueron calando
la congoja de su manto.
Empapada en sus entrañas,
las pupilas dilatadas,
observaba la tormenta
sus lagrimas derramadas.
El trueno con su furor
despertó los desengaños,
soledad en la morada
pero nunca ya más daños.
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